Un visita a Bistecca e Vino
- La Buena Mesa
- 9 ago 2019
- 4 Min. de lectura
Con mi mejor amigo decidimos, el año pasado, salir una vez al mes a celebrar nuestra amistad con buena comida. Estábamos buscando un nuevo sitio para ir a almorzar o a comer cuando me encontré con publicidad del Bogotá Food Week, le envié la página para que le echara un ojo a ver si aprovechábamos y sí... Bueno, él SÍ lo hizo bien porque fue a tres sitios, yo sólo a uno jajaja. Pero bueno, la idea de este evento, organizado por The Fork (antes Restorando), es que por una o dos semanas, algunos de los restaurantes más prestigiosos -y costosos- de Bogotá, elaboran dos menús especiales, uno de almuerzo y uno para la cena, a un precio estandarizado. Cada menú consta de tres tiempos: entrada, plato fuerte y postre, y hay tres opciones para escoger al gusto del comensal. El precio del almuerzo es de 50mil y el de la cena 65mil, sin incluir servicio, propinas ni bebidas.
Este año había 40 restaurantes participantes, entre ellos estaban La Fragatta, Las Cuatro Estaciones, M Cocina Árabe, La Lupita, tres de los Rausch: Bistronomy, Local y Criterion, cinco de Andrei: Mediterránea, Italia Rústica, Lounge, Grecia y El Muelle, entre otros. Luego de analizar cada uno de los menús ofertados, nos decidimos por Bistecca e Vino, una trattoria que se define a si misma como una italian steakhousepero en su menú indudablemente hay influencia de la cocina española. El menú de almuerzo que ofrecían había de entradas: anillos de calamar, berenjenas parmesanas y papatas bravas; de fuertes: Risotto de espárragos, Entrecot con salsas bearnise, queso azul, pimienta o mostaza y Milanesa de pollo parmesana (estos dos últimos acompañados de papa frita, pasta o vegetales al wok); y de postre había mousse de limón, panna cotta y tiramisú.
Aunque cuando llegamos al restaurante y yo tenía mi idea clara sobre pedir el rissoto de espárragos, terminé por ordenar las patatas bravas, la milanesa -acompañada de pasta al burro- y el tiramisú. Néstor, por su parte, ordenó las berenjenas, el entrecot en salsa bearnesa -acompañado de pasta en salsa de queso azul- y la panna cotta. De bebidas, él pidió una limonada coco y yo una soda con limón. Desde que llegamos, el servicio estuvo atento pero no demasiado y el restaurante no estaba lleno entonces no fue muy demorado.
Las patatas, para mi sorpresa, venían con la salsa brava, alioli y chorizo español. Estaban bien picantes y muy calientes, una combinación que suele ser un problema porque termina alguna por opacar a otra y no se disfruta ni la una ni la otra. Pero bueno, a mi parecer este no fue el caso, depronto un poco caliente nada más. La porción era bien grande, en un punto sentí interminables las papas. Las berenjenas, según Néstor, sabían a pollo, y la verdad sí. La presentación era sencilla, tres rodajas de berenjenas apanadas, gratinadas y cubiertas de salsa pomodoro. Una delicia también.
Ahora bien, la milanesa de pollo, que tenía la misma preparación que las berejenas, era enorme, y llegó en el plato con un mar de salsa aún burbujeando del hervor. Creo que este restaurante se esmera mucho porque sus preparaciones lleguen a la temperatura que es. El gran problema, para los cuerpos como el mío, es que en un punto era demasiado pensar lo que me restaba en el plato. Pero yo soy bien tragoncita y me lo devoré completo. Con la pasta luché un poco más porque como era al burro, la cantidad de grasa que le metí a mi cuerpo en tan poquito tiempo, hizo que mi digestión fuera mucho más lenta y me sintiera más llena en el momento. Néstor estaba feliz con su entrecot, bien grande también, aunque creo que la salsa no cumplió al 100% sus expectativas, pero eso no le impidió disfrutarlo hasta el último minuto. Eso sí, la pasta le fascinó, sabía muchísimo a queso azul.
Los postres estuvieron ricos, con un nivel de dulce ideal. A mí me gusta probar tiramisús de muchos sitios porque siento que es un postre muy complejo, es difícil que quede bien, entonces es una prueba de fuego sobre algún lugar. El de Bistecca me pareció bueno porque el sabor a café está muy marcado sin necesidad de ser empalagante, ni de abusar del licor que se le echa. Lo único es que la crema parecía más una crema pastelera que una mezcla de ricotta y mascarpone, que es lo típico. Pero bueno, yo no me considero una fundamentalista. La panna cotta de Néstor es un postre con el que no hay pierde, o no debería, porque es facilísimo de hacer y es delicioso. Es un flan a base crema de leche, gelatina y vainilla, esta iba servida con una capa de dulce de frutos rojos. Buenísimo.
Los dos salimos con la barriga bien llena y los corazones bien contentos. Es un gran restaurante, el ambiente es un poco oscuro en el fondo pero tiene una ventana enorme que permite que la luz natural ilumine una buena parte del espacio. Aunque no vimos directamente la carta, los precios de una comida completa oscilan por los 68mil-75mil, y tienen una inmensa variedad de vinos, de cócteles no tanto. Tal vez lo que más me gustó es que las porciones que sirven son muy generosas, y grasosas, por lo que también les recomiendo ir con hambre. Nosotros, por lo pronto, en medio de la llenura, ya estamos pensando en un nuevo restaurante que visitar.
Calificación:
Servicio: 4,6
Ambiente: 4,5
Precio (costo-beneficio): 4,8
Comments